A lo largo de mis años de profesión y mis viajes por distintas partes del mundo me he encontrado con misioneras y misioneros con los que me he sentido muy identificada. Aunque soy agnóstica y así lo he declarado públicamente en muchas ocasiones, siempre he respetado y admirado a las personas que desde su fe luchan por la justicia y la igualdad. Entre ellas ocupa un lugar preferencial Pedro Casaldáliga, recientemente fallecido y con el que tuve la suerte de encontrarme en dos ocasiones.
Casaldáliga tuvo conmigo un trato entrañable y favoreció todo lo posible mi trabajo. En mi libro “Los Excluidos”, relato detalladamente lo que supusieron para mis esos dos encuentros.
Este es mi pequeño homenaje a este gran hombre que vivió y murió entre los más pobres y desfavorecidos buscando para todas y todos un mundo más justo e igualitario.
“En 1983 cuando comencé a rodar mi primera serie de “Los Marginados” volví a Brasil con la intención de encontrarme con el sacerdote Pedro Casaldaliga, que vivía en plena selva del Mato Grosso, en la pequeña localidad de Sao Félix, al borde del caudaloso río Araguaia. Quería contar a través de él la lucha de los campesinos brasileños para no ser despojados de sus tierras por los poderosos hacendados y las grandes empresas multinacionales, así como la patética lucha de los indios brasileños por sobrevivir como cultura. Nadie mejor que él como hilo conductor de mis documentales." (1)
En 1968 el claretiano Casaldáliga, creó una misión en ese perdido lugar del mundo, en las salvajes tierras del Mato Grosso, donde en aquel entonces no había luz, ni agua, tan sólo serpientes, malaria, unos aislados grupos de indios carajá y tapirapé y unos cientos de “posseiros” o campesinos que tienen el usufructo de la tierra sin ser legalmente propietarios de ella.
Cuando Casaldáliga llegó al valle del Araguaia acababan de abrir la primera carretera roja y polvorienta, no llegaba el correo ni había telégrafo, y la presencia múltiple y avasalladora de la enfermedad y la muerte en la región, le hicieron luchar inmediatamente en defensa de los labradores, los indios y los peones que sufrían la expoliación de sus tierras, la marginación, el hambre y el analfabetismo.
Los campesinos vivían, y continúan haciéndolo, en inmensos latifundios de hasta doscientas mil hectáreas. Las relaciones eran entonces - y continúan siéndolo- de auténtica esclavitud ya que no podían salir del latifundio, se les pagaba en vales en vez de con dinero y se veían obligados a comprar los alimentos en la propia tienda de la hacienda que imponía unos precios exagerados. Cuando querían huir eran asesinados por lo pistoleros a sueldo de los grandes patrones.
En aquellos años ya empezaba a ser vendido el Mato Grosso y la Amazonia sobre el mapa, a cartabón y escuadra, repartida la selva entre los capitalistas de Sao Paulo y las empresas multinacionales que contrataban a los pistoleros para “limpiar la selva” de campesinos establecidos por su cuenta y, fundamentalmente, de indios.
El obispo de los desheredados del Araguaia.
En 1972, siendo ya obispo de Sao Felix, Casaldaliga escribió una pastoral titulada “Una Iglesia de Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social”, en la que denunciaba la situación de los peones que eran “comprados” fraudulentamente en el norte y centro del país y utilizados en las plantaciones como mano de obra barata.
Esa pastoral le puso definitivamente en contra de los latifundistas y la Iglesia oficial. El entonces Presidente brasileño, Ernesto Geisel, quiso expulsarle del país, pero no se atrevió por temor a tener un conflicto con el Vaticano.
Los latifundistas decidieron asesinarle y contrataron a un tal Benedito “Boca Caliente” para que matase a Casaldáliga por unos mil cruzeiros, unas quinientas pesetas de entonces. Le entregaron un revolver y un billete de salida, pero el pistolero se arrepintió y contó la historia al propio Casaldáliga. Sin embargo otros sacerdotes compañeros de Pedro no tuvieron la misma suerte, en 1973 en una operación de auténtico terror contra él y su equipo, Sao Felix fue invadida por los militares que torturaron y asesinaron a algunos de sus colaboradores.
Diez años después de esos acontecimientos, cuando conocí a Casaldáliga los “fazendeiros”- los dueños de las grandes haciendas- continuaban sembrando el terror en una tierra en la que era más fácil morir y matar que vivir. Para los latifundistas la vida de un peón vale menos que una cabeza de ganado, los “desbravadores” de la Amazonia no suelen llegar a los cincuenta años, víctimas de deshidratación, malaria, hepatitis y verminosis.
Los indios Carajas quisieron tirarnos al río
Además de mostrar las penosas condiciones de vida de los campesinos brasileños, quería también hacer un documental sobre unos de los más terribles genocidios de las últimas décadas: la práctica desaparición de los indios brasileños que ascendían a siete millones en la época del descubrimiento de América y que en la actualidad no pasan de doscientos mil.
Tristemente famosas han sido las matanzas de indios en Brasil a cargo de los pistoleros a sueldo que limpiaban la selva de nativos para que los latifundistas pudieran explotar las tierras que, desde siempre, habían pertenecido a los indígenas.
Pedro Casaldáliga no es de esa clase de misioneros que fueron a América dispuestos a cristianizar a los indios, sino que desde su llegada a “Amerindia”, como él denomina a América Latina, integró las creencias y tradiciones de los indios y en su iglesia de Sao Felix había plumas, cestos y arcos de los indígenas, en un proceso clarísimo de sincretismo religioso.
Organizamos con Pedro Casaldáliga un viaje de cinco horas de duración en motora a lo largo del río Araguaia para visitar a los indios tapirapé, una tribu en vías de extinción que, gracias a las hermanas del Padre Faucould que vivian con ellos y al propio Casaldáliga, había pasado en 1983 de ser 42 indígenas a 182.
Las comunidades indígenas son muy herméticas en general pues desconfían, y con razón, de los blancos. Sólo gracias a Casaldáliga, que llevaba muchos años visitándoles, conseguimos el permiso para entrar en una aldea tapirapé, pueblo indígena de la familia de los Tupí. Pero durante el trayecto cometimos el error de filmar una aldea carajá desde el río, sin tan siquiera bajarnos de la propia motora. La disposición de estos indios no fue favorable a nosotros. Salieron en sus barcas en nuestra persecución con el ánimo de tirar las cámaras al agua, según nos enteramos posteriormente.
Como no nos dieron alcance porque nuestra motora era más rápida, continuamos río arriba hacia la aldea de Lusiara, cuyos pobladores, también carajás, eran amigos de Casaldáliga.
Mientras visitamos la aldea nos llegó la noticia de que los carajá del poblado anterior habían decidido esperar nuestro regreso, pues no teníamos otra alternativa que volver río abajo.
Ante el cariz que tomaron los acontecimientos decidimos regresar para hablar y pactar con el jefe del poblado anterior, pero todos los elementos empezaron a jugar en contra nuestra, desencadenándose una terrible tormenta tropical. A pesar de los plásticos en los que nos envolvimos, la cortina de agua que caía del cielo logró empaparnos e inundar la motora. Recuerdo que con una mano contribuía, junto con mis compañeros, a achicar el agua y con la otra protegía las cámaras contra el cuerpo.
Extenuada por las cuatro horas de viaje bajo la lluvia, con todo el cuerpo empapado y las manos y las piernas llenas de barro, inicié una larga y penosa conversación con Maluaré Carajá, jefe de la tribu de los indios carajá de la aldea de Santa Isabel, a quien, con mis mejores dotes diplomáticas, traté de convencer de que estábamos haciendo un programa a favor de su pueblo.
El entendimiento fue imposible porque se encontraba presente un funcionario de la FUNAI (Fundación Brasileña de Protección al Indio), que había mentalizado a los indígenas para que no se dejasen filmar por ningún extranjero. Medida muy respetable si hubiera pretendido la auténtica protección del indio y no el encubrimiento de las reales condiciones de vida de los mismos.
Detenida por la policía brasileña y velada la película.
Cuando tras aquellos dos días de viaje por el río Araguaia a la búsqueda de los indios tapirapé, a los que en aquella ocasión no llegué a ver, regresamos a Sao Felix y nos encontramos con la policía que había allanado nuestras habitaciones, registrando el material y revuelto mi documentación.
El Jefe de Policía Ruy Aparecido, nos retiró los pasaportes y nos acusó de tener armas en la habitación. Ante mi viva protesta y la amenaza de que me pondría en contacto con mi Embajador nada más llegar a Brasilia, el Inspector bajó de tono y reconoció que ellos no habían encontrado armas en nuestra habitación pero que nos habían acusado porque los indios, que nos vieron pasar por el río, había confundido la funda del trípode de nuestra cámara con un fusil.
Tras el detenido examen de mi pasaporte en el que figuraba un sello de El Salvador, otro de Cuba y uno de Nicaragua, entre muchos, el inspector me acusó de intentar crear una célula comunista en aquella zona, de todo lo cual pensaba informar a Brasilia.... Y lo hizo porque cuando logré salir de lo que en aquel momento me pareció un auténtico infierno verde, fui detenida en Brasilia. La policía federal, una vez comprobada mi auténtica identidad de periodista y no de simple turista como había querido hacer creer, decidió detener al equipo de TVE, a nuestro paso por la capital brasileña. En esa ocasión la policía hizo un despliegue de lujo como si fuéramos auténticos terroristas. Nos detuvieron en un hotel de Brasilia, donde llegaron dos furgonetas con siete hombres armados que, a culetazos, nos metieron en los coches policiales y nos llevaron a la temida DOPS.
Cuando estuvimos en manos del comisario no hicieron más que someternos a un rutinario interrogatorio que apenas duró una hora. Ante mi sorpresa nos dejaron continuar camino de Bahía. Eran los tiempos de la dictadura brasileña, se jugaba el mundial de futbol en Madrid, con grandes posibilidades de que la selección brasileña quedara campeona , y no hubiera resultado politicamente correcto detener o maltratar a un equipo de TVE. La policía brasileña fue muy sutil, optó por velar todo el material. En total siete mil metros de película, cuarenta y cinco día de filmación y tres posibles documentales destruidos... Así empecé mi primera serie de “Los Marginados” Tuve que luchar mucho para convencer a los directivos de TVE para que me permitieran continuar viajando.
Vivir, matar, morir en el Matto Grosso
En 1998 volví a entrar en ese país que me atrae casi obsesivamente. Manos Unidas me daba la oportunidad de volver a Brasil, concretamente al Valle del Araguaia, para entrevistar a Pedro Casaldáliga y hacer un documental sobre los pueblos indígenas a los que intenté filmar diecisiete años antes. Iba acompañada por Charo Mármol, en ese momento coordinadora del Departamento de Comunicación de la ONG y con el equipo de TVE.
Fue como reencontrarme con mi propia historia, algo así como cerrar uno de los muchos círculos inacabados que una va dejando a lo largo de la vida. Me emocionó profundamente volver a verle. A pesar de ser Obispo continuaba viviendo en la pobreza más absoluta en una casa de ladrillo visto, los techos de uralita y los alimentos guardados en la despensa en viejas latas recicladas. Mantenía la cabeza clara, el verbo fácil y la misma actitud crítica frente a los poderosos, en defensa siempre de los excluídos de la sociedad neoliberal.
Sólo encontré que había perdido algo de oído por los ataques de paludismo sufridos a lo largo de la vida. Una parte de la entrevista la hicimos precisamente en la Catedral de Sao Felix, donde los doce apóstoles están representados por doce columnas del árbol de la quinina, producto con el que se combate la malaria, enfermedad endémica que afecta a trescientos millones de seres humanos en el mundo. En el área tropical del Planeta, donde mueren unos tres millones de personas al año a causa de esta dolencia.
Un atardecer Pedro Casaldáliga ofició una misa a orillas del Araguaia, en el viejo cementerio, donde tantas veces había visto enterrar a niños en cajas de cartón. Había un emotivo clima de fervor y misticismo. Casaldáliga elevó los brazos al cielo en un gesto suyo muy singular mitad implorante, mitad demandante y, como siempre recordó a los desheredados de la tierra: “En este cementerio viejo enterramos a aquellos peones, muchos de ellos asesinados, sin nombre, sin familia, sólo tenían apodo: El Chico, El Negro, El Bahiano...”
Al despedirnos Casaldáliga me regaló su último libro de poemas “Todavía estas palabras” con una hermosa dedicatoria que se me metió en el alma: “Para Carmen Sarmiento, ojos, palabra y corazón de Solidaridad” Cuando salí de Sao Felix las lágrimas me apuntaban en los ojos, por todo lo que había vuelto a encontrar, por esa mirada al interior de mi propia vida, por todo el camino que me quedaba por recorrer en el corazón de Brasil.
------------------------
Cuando escribo estas líneas no puedo olvidar que fue el catalán Pedro Casaldáliga el primero en denunciar en 1977 este estado de cosas, por lo que el Obispo de Sao Felix de Araguaia escandalizó al Vaticano y sufrió varias amenazas de muerte. Por eso reencontrarme con él, diecisiete años después, me resultó tan emotivo. Ya no le perseguían los matones a sueldo y pude hacerle una nueva entrevista sin que me detuviera la policía brasileña. Bien es cierto que en nuestro último encuentro, Casaldáliga me recordó que todavía en 1996, en Eldorado dos Carajás, diecinueve campesinos, mujeres y niños, que reclamaban su derecho a la tierra, murieron a manos de la Policía Militar. Casaldáliga sentenció, clarividente como siempre, “Del triunfo o de la derrota del Movimiento de los San Tierra depende que se haga una auténtica Reforma Agraria en Brasil” (1).
Parte de esta historia queda recogida en el documental “Indígenas en lucha por la supervivencia” coproducido por Manos Unidas y TVE
(1) Extraído del libro de “Los Excluidos”, Editorial RBA año 2000
10 comentarios en “In Memoriam de Pedro Casaldáliga”
Gracias Carmen ,nosotros estábamos allí en el 98, y nuestro hijo Marcos que llevaba un proyecto de manos unidas.
Siempre fuiste una gran periodista porque escribes con tus experiencias personales e interiores y Pedro siempre ayudaba a ver nuestro interior de las experiencias. Gracias de nuevo es un relato de tu historia que compartes con mucha gente que vivimos y trabajamos con El.
Gracias Mari Pepa por tu comentario. Me acuerdo perfectamente de ti y José Mari, hemos coincidido en alguna ocasión. Y efectivamente, he oído contar a Charo Mármol sobre el trabajo de Marcos en el proyecto de Manos Unidas. Un fuerte abrazo en este momento de despedida de Casaldaliga que, aunque era esperado, no deja de ser doloroso.
«Para Carmen Sarmiento, ojos, palabra y corazón de Solidaridad”
Menuda dedicatoria y sobre todo viniendo de quien viene. Gracias por siempre Casaldáliga, gracias Carmen por mostrar al mundo a la voz, el testimonio y el trabajo de quienes encarnan los más hermosos y nobles atributos del ser humano.
Precioso articulo, que lástima que te destruyeran aquel material que podría testificar ante el mundo las atrocidades y las necesidades de ese pueblo indígena.
Gracias por este reportaje.
Gracias a ti Angela por tus palabras. Al menos tuve la oportunidad de regresar y hacer el documental 17 años más tarde. Saludos
Son vivencias estremecedoras. Gracias por tu valor y tu profesionalidad.
Querida Carmen. Te agradezco con emocion y cariño este trabajo tuyo ,tan importante en estos momentos. Pedro, nos sigue apoyando desde el cielo, la casa de Dios y de tod@s las que aman su Creacion . Yo desde esta bella tierra gallega en la que vivo haata que me llamen a irme con ell@s, estoy dando gracias por haber podido seguirle a lo largo de estos años de servicio y defensa de nuestr@s herman@s de los pueblos originarios.
Te mando un abrazo entrañable y mi gratitud y bendiciones.
Gracias por tus palabras Carmen, viniendo de ti me emocionan aún más. Has sido, estoy segura que seguirás siendo, una luchadora por los derechos de tod@s y por la igualdad en la diversidad. Un fuerte abrazo amiga y seguro que nos encontramos, una vez más en cualquier reivindicación
Gracias, Carmen, por este artículo y por todo tu trabajo de tantos años dedicados a mostrar la realidad de «los excluidos/as» de la tierra. No se si te acuerdas pero me trajiste una entrevista con Pedro Casaldaliga para mi programa de radio, que emiti con emoción. De fondo a sus palabras se oía el cacareo de las gallinas como demostración de su sencilla y humilde forma de vivir.
Su recuerdo y ejemplo permanecerá en muchas gentes de bien que lo conocieron gracias a ti. Un abrazo grande
Gracias también a ti por todo el trabajo que has hecho a lo largo de tu trayectoria profesional en RNE.
Un fuerte abrazo
Los comentarios están cerrados.